Translate

domingo, 16 de febrero de 2014

Centro de Tegucigalpa

Este creo que será el post más personal y emocional que haré.
El centro, para mí, es un lugar mágico y siempre lo ha sido. Desde pequeña lo conozco porque acompañaba a mi mamá en sus visitas de trabajo al Hospital y Clínicas Viera, cuando acompañaba mil y una veces a mi papá después de clases a trabajar en la Farmacia Regis en el Centro, y cuando muchas veces con mi abuela nos íbamos en taxi hacia el mercado en el centro (recuerdo que ese viaje costaba apenas 50 lempiras en aquel entonces).
Muchos se sorprenden al saber que el Centro siempre fue para mí como la cuidad New York en las películas: el “otro personaje” de la película. En este caso, mi vida. Lo visitaba mucho con mis papàs y lo conocía bastante; sus callecitas, su tráfico, el bullicio de la gente, y siempre me encanto ver tanto movimiento y tanta gente siempre trabajando honradamente. Los domingos, ya sea camino a La Tigra, o a Valle, o aun si solo pasábamos el día en mi casa, mis papás siempre se esmeraban porque “diéramos una vueltecita” por el centro para “pasear”. O cuando aún existían farmacias de turno y no las 24/7 de ahora, los cuatro acompañábamos a mi papá a pegar anuncios que avisaban que la Regis del Centro estaba de turno esa noche, lo que significaría que mi papa trabajaría hasta muy tarde ese día. Podría seguir todo el día con historias como estas pero no los voy a cansar.
El centro sigue siendo para mí un lugar mágico, pero ahora que estoy mayor puedo notar como el centro es un perfecto y simbólico ejemplo de la situación en nuestro país, y más que todo de nuestra capital, Tegucigalpa. Cuando recorremos el centro conocemos como en realidad es nuestro país, su cultura, su gente, sus tradiciones. Nuestros ojos se dan un descanso de todo lo americanizado que lamentablemente se ha convertido nuestra ciudad. Vemos las muchas tiendas hondureñas que muchos hondureños han creado con esfuerzo y trabajo. Si paseamos por el parque central, siempre vamos a ver a aquellos que se esfuerzan tanto por trabajar honestamente cada día, como son los lustra botas, y también encontramos a la deprimente cantidad de personas desempleadas. Pero también, y esto es lo que màs màs amo, el centro esta lleno de edificios antiguos llenos de historia. Mis edificios favoritos a visitar son la antigua Casa Presidencial, la oficina de correo postal (que aún está en servicio), y por razones personales y obvias, la Regis del Centro.
Me da muchísima lástima que muchos (no todos) de los niños de las generaciones de ahora no van a poder tener la misma experiencia que yo tuve de pequeña. De ver nuestro centro de la manera en que yo lo pude ver. De verle el encanto al corazón de nuestra ciudad. De ver la historia de nuestro país en sus paredes heridas, y en la cara de todos de los que recorren sus calles estrechas.
Como dije, el centro es clara muestra de nuestro país. Esta descuidado, pero tiene mucho encanto de bajo de todo y más que nada, potencial de ser de nuevo grandioso a la vista de todos.
Si tienen alguna oportunidad, por favor visiten el centro, apoyen nuestros tesoros nacionales, nuestros preciosos museos. Muéstrenle a nuestras nuevas generaciones la verdadera Honduras, la Honduras de ayer, la que ojala algún día volvamos a tener.
El centro, al igual que toda Honduras, tiene su encanto, pero hay que saber verlo con otros ojos. 




















No hay comentarios.:

Publicar un comentario